Estamos viviendo una situación totalmente extraordinaria provocada por la Covid -19, que además de la pérdida de miles de seres queridos, muchos de ellos en soledad y en su gran mayoría nuestros mayores, está generando una tremenda pesadumbre, la quiebra de muchos pequeños y medianos negocios, causando estragos no solo a nivel económico y social sino también emocional, anímico y cultural.
Pero incluso ahora en estos momentos tan duros, debemos considerar a esta pandemia como una oportunidad de mejora, de transformación individual, personal y colectiva. Deberíamos tener esa mirada crítica, no como un juicio gratuito sino como un aguijón intelectual esencial que nos revuelva por dentro y tomar consciencia serena de la forma de entender el mundo y la vida hasta ahora; explotación de recursos naturales sin límite; un consumismo exagerado; mayores diferencias sociales, paraísos junto a infiernos de marginación y pobreza, abandono y menosprecio del sector primario, alejamiento de la naturaleza, turismo de masas, sociedades de ruido, individualistas y competitivas etc. En definitiva, un mundo huérfano de valores, de inspiración de referencias, que nos proporcionen respuestas desinteresadas, más bien por el contrario, se imponen las prisas, el usar y tirar, todo esto revestido de una cierta superficialidad.
Necesitamos recuperar a ese ser humano, el ser vivo con el sistema neurológico más evolucionado de este planeta, capaz de autodestruirlo, pero también de crear las mayores expresiones de belleza de este mundo. Muestra de ello son todos los lugares Patrimonio Mundial, máximas expresiones del ingenio humano y de la belleza abrumadora de la naturaleza, todos ellos con algo en común -su Valor Universal Excepcional, valores cada vez más necesarios que nos hagan recuperar una ética basada en la autenticidad, el esfuerzo, la sinceridad, la compasión y también una estética, pues la percepción de la belleza es intrínseca al ser humano y un estímulo para ponernos en paz y serenos con la vida.
Esta capacidad humana de ir más allá , de tener imaginación, de crear, de esforzarse y de vivir la vida en la verdad, crear belleza y hacer justicia debe alzarse por encima de las ideas de la grandeza de la fuerza del poder, pues hemos adquirido un terrible desequilibrio entre nuestro desarrollo material y nuestro desarrollo espiritual, luego debemos recuperar esa ética, esa capacidad de discernimiento para volver a pensar y pensarnos como individuos y como sociedad siendo conscientes de los retos y de las dificultades a las que nos enfrentamos.
Así por ello, estos sitios declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO, deben convertirse en faros, en guías de referencia de la creación humana y señas de nuestra identidad cultural además de ser motores activos del desarrollo económico y espiritual de las comunidades locales.
Pero también es cierto que esta situación tan extraordinaria que estamos viviendo también genera presión hacia los Sitios Patrimonio Mundial que necesitan recursos para su conservación y mantenimiento, luego es necesario transitar nuevas áreas de oportunidades acompañadas siempre de responsabilidad colectiva e individual.
Debemos apostar por un turismo cultural responsable y sostenible, posicionando al Patrimonio Mundial como un vector activo en la política de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, alentando un turismo regenerativo con un código ético que aúna derechos y obligaciones para todos, donde la cultura entendida como reciprocidad de intercambio de enseñanzas y valores sea algo buscado por todos. Contando siempre con líderes locales donde verse reflejados.
En definitiva todo un reto pero también toda una oportunidad de abrir nuevos horizontes esperanzadores buscando siempre experiencias que ayuden a reconectar con uno mismo, viajes con sentido que transformen nuestra forma de percibir y sentir el mundo, ayudando a la consecución de un profundo propósito y sentido de la vida .
(Texto resumido del artículo publicado en la 2.ª edición de la Revista EHUS “ UNESCO y la Vida después del Covid 19 )
