Los gestores de los Sitios declarados Patrimonio Mundial por UNESCO, no solo somos responsables de su conservación, mantenimiento, servicio, calidad, promocion etc., sino también de la correcta comunicación de su Valor Universal Excepcional.
Unos Valores inherentes a cada bien, ya sean bienes tangibles, naturales o intangibles, que constituye su propia esencia y razón de ser, convirtiéndolos en una fuente irremplazable de vida e inspiración. Bienes que ejemplifican la autenticidad, la cultura del esfuerzo, el arraigo a la tierra, la Innovación y creatividad, el respeto al aprovechamiento del medio natural a través de la comunidad humana creando paisajes culturales de extremada belleza, etc.
Valores todos ellos con un elemento común de respeto, admiración y casi veneración por los que nos precedieron, al evocar la épica de hombres y mujeres; bien por adaptarse el medio a veces hostil, bien por el afán de hacer más cómodas, fáciles y baratas la vida de los pueblos y sus relaciones entre sí, o bien por el poder creador del hombre como hecho social de participación y buscador incansable de belleza.
Como dijera Roger Gaudí en su dedicatoria al recién estrenado Puente Bizkaia “No se trata de idealizar el presente ni el porvenir sino de despertar en el hombre la exigencia de su propia superación, por eso es por lo que una obra de arte en la medida de su grandeza es decir en la medida en que en un momento cualquiera de la historia ha expresado un mundo nuevo en trance de nacer o ha hecho sentir la presencia del hombre en trance de superación, continua conmoviéndonos profundamente aun cuando las condiciones históricas y sociales en que nacieran sean absolutamente diferentes a las nuestras.“
Esta capacidad humana de ir más allá , de tener imaginación, de crear, de esforzarse y de vivir la vida en la verdad, crear belleza y hacer justicia debe alzarse por encima de las ideas de la grandeza de la fuerza del poder, pues hemos adquirido un terrible desequilibrio entre nuestro desarrollo material y nuestro desarrollo espiritual, luego debemos recuperar esa ética, esa capacidad de discernimiento para volver a pensar y pensarnos como individuos y como sociedad siendo conscientes de los retos y de las dificultades a las que nos enfrentamos.
Así por ello, estos sitios declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO, deben convertirse en faros, en guías de referencia de la creación humana y señas de nuestra identidad cultural además de ser motores activos del desarrollo económico y espiritual de las comunidades locales.
Confiemos que el fulgor del pasado encienda el porvenir.